miércoles, 5 de febrero de 2014

Que en Paz Descanses Carreño



Una tarde llego mi tía a casa con un regalo para mí, barajé varias posibilidades juzgando el tamaño del paquete, se me ocurrió una barra inmensa de chocolate que de hecho era importado, una agenda, una libreta o un diario, “sí eso tiene que ser un diario”, me dije.

En mi cabeza surgieron varias ideas de cómo empezar mis relatos, quería contarlo todo, quería contarle a mi diario que mi sueño de casarme con Dan Moroboshi fue aterrizado cuando vi en el mapa que Lima y Japón se encontraban muy distantes, que ya superada esa etapa moría en ese momento por el niño gordito del 304, que podía dar vueltas sobre las cuatro ruedas posteriores de mis patines o que inspirada en Richard Kimble había querido irme innumerables veces de mi casa de madrugada, plan que me había fallado todas las veces porque siempre me quedaba dormida.

Llegó el momento de retirar el papel de regalo y lo que vi fue algo que no podía identificar muy bien. Para empezar mi diario tenía todas las hojas impresas y un título que decía: “Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres”, yo seguía sin entender nada, seguía conectada a la idea de mi primer diario aunque ninguna de esas hojas tenían espacio para mis historias, la realidad era entonces contundente y aplastante: ¡Me habían regalado el bendito Manual de Carreño! y si una de las premisas para hacer un regalo es la necesidad del beneficiado, entonces ¿la oferente de verdad pensaba que yo lo necesitaba?.

Como mi familia tenía una comunicación defectuosa por el uso y abuso de las connotaciones, estaba totalmente entrenada para "pararla" al toque: Lo que mi tía había querido decirme era que mi urbanidad andaba por los suelos y que definitivamente yo era una maleducada. Recapacité sobre mi conducta durante la última visita que le hice, cómo había usado los cubiertos, cómo me había reído o cómo me había sentado…estaba perdida sin duda. No recuerdo más detalles de esa tarde, solo que a pesar de todo no quería que la visita se vaya porque sabía que al cerrarse la puerta vendría la requintada de mi madre.

Muchos años anduvo ese manual dando vueltas, yo no lo podía ni ver, se me escarapelaba el cuerpo cuando en el librero se asomaba esa pasta marrón con letras doradas, nunca lo leí. Un buen día aprovechando un viaje de mi mamá, llamamos al “botillas" que pasaba por allí y le entregué el ejemplar camuflado entre periódicos, platos astillados, floreros y azucareros sin tapa.

Lo único que me había gustado de la obra de Carreño era su olor a libro viejo que hacía volar a mi imaginación, pensaba en como habrían sido las anteriores lectoras, quiénes habrían sido, cómo andaban ataviadas, si se habían enamorado, si habían sido felices siguiendo cada pauta del libro o si por el contrario fueron niñas o señoritas reprimidas y amargadas.

El Manual de Urbanidad y Buenas costumbres de este caballero venezolano era para mí como una amenaza a mi propio ser, yo en realidad tenía miedo a dejarme convencer por el, no me explico otra razón por la cual despotricaba contra algo sin conocerlo a profundidad, dejándome llevar por lo que había escuchado decir. Estaba posicionado en mi cabeza como el compendio de la represión y la drasticidad, un texto desfasado para la época que sin duda acabaría conmigo, con mi esencia. Tal vez por eso escondía en mi aversión a los buenos modales extremos y antiguos, mi miedo a dejar de ser yo.

Quizás fue por eso que cuando empecé mi etapa de estudiante en la escuela de periodismo me llamaba poderosamente la atención una mancha de chicos que eran exactamente todo lo que, me habían enseñado, no se debe ser: Vestidos de negro, con los pelos parados, pantalones rotos, insignias y parches en sus prendas con letras al revés y cuadernos marcados con una "A" encerrada en un círculo, símbolos y nombres nuevos para mí, palabras que yo desconocía por completo. Circulaban entre sus manos fanzines, libros y muchos cassettes a los que llamaban maquetas con distintos nombres, entre lo que mas recuerdo Lima 13, Zcuela Crrada, Eutanasia, Voz Propia, Leuzemia, Narcosis y el que mas me impactó: "Q.E.P.D. Carreño" nombre que claramente  aludía al eterno descanso del autor del manual, lo que me pareció tan genial, creativo y divertido que, contraviniendo a mis gustos musicales y sobre todo estando muy de acuerdo con la denominación, decidí darle una oportunidad al hardcore y al punk abriendo así mis oídos a nuevas experiencias.

Muchos años han pasado desde esa tarde en la que recibí semejante regalo y a pesar de que lo mandé a darse una vueltita sin retorno, el Manual de Carreño regresó a mi hace unas semanas, cuando lo vi a la venta en una feria de libros antiguos. Me animé a comprar el ejemplar y llevarlo a casa porque principalmente creo en las segundas oportunidades y porque si hay algo que he aprendido en los últimos años es a ser un poco más tolerante y tratar de entender diferentes puntos de vista y si además el título alude a las buenas costumbres ¿por qué no darle una revisada con otra mirada?

Hoy encuentro que el destacado, ilustre y nunca antes bien ponderado Manuel Antonio Carreño definitivamente merece una reivindicación de mi parte. Sus recomendaciones  me dejan con una sensación de optimismo que jamás pensé experimentar tras su lectura; muchas de sus enseñanzas las considero tan elementales y básicas que su libro bien podría ser  un verdadero manual de instrucciones para convertirse en un gran ser humano.

En sus páginas habla sobre tolerancia, en la sociedad, con los extraños, sobre la conservación de la paz, sobre el destierro de hechos que te hicieron daño y que traídos al presente generan más heridas en ti y tu entorno, sobre la consideración, la solidaridad, la cautela y el amor a nuestros semejantes. 

Cada una de sus recomendaciones son como una sesión de coaching, sus enseñanzas te conducen a no ceder a la ira ni a la venganza así como callar las miserias y debilidades del otro, darle siempre una mano al desvalido y llevar consuelo a quien lo necesite . Para Carreño es mandato llevar esta verdad al que no la sabe: “Las estadísticas de la criminalidad deben llamarse estadísticas de la ignorancia” nos dice, al explicar que el hombre que conozca estas verdades difícilmente se alejará de lo correcto y por ende vivirá en una sociedad más sana.

Me pongo a pensar ahora en cuanto camino me hubiese ahorrado en lo que se refiere a mi relación con los demás, cuantos errores habría dejado de cometer, a cuantas personas no hubiera herido siendo más tolerante...en fin. Sin embargo creo también que las cosas llegan a uno en el momento adecuado, quizás si hubiera leído a Carreño en mi adolescencia no lo hubiera entendido porque simplemente estaba cerrada a cualquier enseñanza que salga de su manual o porque no estaba preparada y quizás también si escuché a QEPD Carreño en su momento fue precisamente porque me tocaba conocer una realidad totalmente ajena a mi, que vivía en una burbuja y desconocía mucho de lo que sucedía a mi alrededor.

Algunas de las reglas de buenos modales de este libro a esta altura resultan obsoletas, sin embargo los lineamientos generales sobreviven, tanto así que hace poco invité a tomar lonche a un amigo de la mancha subte, el que nunca claudicó y sigue dando pelea desde su trinchera, quien citado a las 6 de la tarde, me tocó el timbre con puntualidad trayendo en sus manos una bolsa con pan y cien gramos de jamonada, cumpliendo así con una de las reglas básicas del autor del manual que dice: cuando se recibe una invitación a una casa a compartir una cena, una comida o una merienda, no se debe llegar nunca con las manos vacías....sorprendida por este acto generoso, delicado y educado de su parte y mientras le daba las gracias, la bienvenida  y recibía los insumos para los sánguches que acompañarían al cafecito, en mi cabeza repetía la conocida frase con mi mas sincero deseo: ¡Que en Paz Descanses Carreño y que de la Gloria de Dios Goces!


lunes, 20 de enero de 2014

Casos de la vida real: Mentadas de madre


Hace unos meses me convertí en una víctima más de los asaltantes. Siempre pensé que ese tipo de cosas las vería de lejos y que nunca me iba a tocar . Cuando escuchaba historias de asaltos había un detalle que siempre notaba: las mentadas de madre de los asaltantes y todo tipo de insultos para amedrentarte y debilitarte, en pocas palabras: atarantarte. He pensado también que ante tal situación había que ponerse muy fuerte para que los insultos no te pongan más vulnerable de lo que una pistola en el pecho puede lograr, porque creo también que en todo asalto hay un juego de poder, un tema de resentimiento del atacante y su necesidad de mostrarse superior por su baja autoestima porque en el fondo el mismo se reconoce como "nadie" en este mundo.
Bueno, salía del banco con mi mama caminando y nos dirigimos a un agente de otro banco a hacer el depósito de lo retirado ( una farmacia a escasos metros del BCP). Ya camino a casa , cerca a un parque, me intercepta una moto, baja un gordito bien chato, medio achinado, piel oscura, casco puesto y casaca negra , me grita apuntandome con una pistola : "dame la plata, donde está la plata" Yo me preguntaba de que plata me hablaba este hombre , de hecho me estaba confundiendo con otra persona, porque yo ya había depositado el dinero y como si no estuviera en semejante situación y quizás debido a los nervios puse cara de extrañeza y le conteste: ¿de que plata me hablas? El insistió con su demanda y yo con mi pregunta, pero nunca dejándolo de mirar a los ojos, dos canicas negras y observando además que sus palabras salían de una boca con los dientes parejos y labios oscuros violáceos ... A la cuarta vez que le respondía con la misma pregunta "¿de que plata me hablas?" el con voz de "ya pe oe" me recordó : la plata que acabas de retirar del bancooooooo. Su tono de voz manifestaba que su paciencia se estaba agotando y sin embargo manteniamos una comunicación con pistola de por medio y seguidamente le dije, "que, no te has dado cuenta que entré en una farmacia en la misma cuadra del banco, donde había un agente express Scotiabank, donde deposite el dineroooooo?"( realmente larga mi exposición). El ladrón mandó su mirada al lado izquierdo, entiendo por lo poco que se de programación neurolingüística, que este gesto es algo natural cuando tratas de recordar ( al lado derecho es para imaginar) y ya con otro tono de voz más débil y sin dejar de apuntarme me dijo "igual entrégame todo". Yo tenía en mi cartera un libro que se llama : " Autosugestión" una guía de ayuda para hacer cambios importantes en tu personalidad y otro libro de "Sociología de la Moda" altamente recomendado para explicarse como a través de la moda el ser humano se reafirma, busca distinción , busca ser diferente pero a su vez siendo antimoda se vuelve dependiente de la misma, además de mis llaves, DNI, brevete, tarjeta de propiedad, mi teléfono, un delineador y mi linda billetera roja. Cuando quise quitarme la cartera para entregarla me di cuenta de que la tenía la cruzada debajo de mi casaca, lo que me hacia difícil entregársela al portador de la pistola negro mate, que había plasmado sus huellas dactilares en ella. Tuve la intención de luchar y enfrentarme a la muerte, unos segundos de reflexión vinieron a mi, eran varias cosas las que pensé, la principal : que en los últimos años había hecho una reingeniería en mi vida, que había mejorado, que me sentía tranquila y en paz y feliz conmigo misma, que había sufrido, hecho sufrir y pagado por eso , que no tenía deudas de dinero ni de actos, que mi hermano me extrañaría y mis padres no lo soportarían ... Es en ese momento que recuerdo que yo estaba acompañada de mi mama, la busque de reojo y la vi ir retrocediendo mirando de derecha a izquierda como buscando ayuda, es también en ese momento, quizás para distraer al ladrón de su presencia, en que me centré frente al cañón de la pistola y le dije: te voy a dar todo lo que tengo pero espera que debo quitarme la casaca y así lo hice, la cartera se cayo y le dije espera que voy a sacar mis libros y sinceramente el ya me estaba concediendo esa gracia pero también yo quería salir lo más pronto posible de esa situación y desistí de la imprudencia.
Al irse la moto negra, busque a mi mama y ella sollozando se acerco y me dijo "hijita perdóname por dejarte sola" yo creo que su reacción fue buena porque era mejor una muerta que dos, además efectivamente podía buscar ayuda desde su posición....a los segundos se me acercaron dos hombres con chaleco de la ONPE, curiosos a preguntar: te asaltaron? Y les conteste con una pregunta : vieron la placa, algo? A lo que me respondieron nosotros lo vimos todo desde un carro y... Llamaron a la policía? No, contestaron.....entonces que les importa!!!! Les increpé!
Una señora , que no se de donde salió se me acerco y dijo tienes que estar tranquila, alcé mi tono de voz y me salió un " Señora, estoy tranquila, gracias" y esa era la verdad, no me sentía yo misma, me pregunte ¿donde esta mi llanto? observe mis manos que no temblaban y di pasos firmes en busca de un teléfono y 50 céntimos que me permitieran cancelar mis tarjetas y mi móvil.
Ya en la comisaría al asentar la denuncia , hice el recuento de lo sucedido y la lista de objetos robados , el técnico encargado me pregunto : ¿se dio cuenta de alguna característica en especial? Y recordé una sola característica diferente a todo lo que había visto sobre asaltos: el ladrón nunca me mentó la madre.


(Volviendo al ruedo)